Supongamos por un momento que existe la realidad, se que el concepto es duro de aceptar, pero usemos nuestra imaginación al máximo para aceptar que este instante está siendo respirado, analizado y es irrepetible en todo aspecto.
Una vez aceptada la realidad procedamos a desmenuzar sus vertientes, enfocándonos mayormente en el significado de la realidad.
Si nos hemos preguntando desde el inicio el significado de la vida, con un simple “¿Qué hacemos aquí?”, “¿Cuál es mi propósito?”.
Cosa que al parecer no ha dado un mayor resultado más que la creación de más dudas y corrientes alternas a la filosofía, como movimientos sociales y económicos.
Tal vez el principal problema en todo esto es el cuestionamiento en sí existe una razón para hacernos esa pregunta de principio.
Camus decía que:
“Los humanos son criaturas que pasan su vida tratando de convencerse que su existencia no es absurda”.
Agregando que las únicas opciones viables para comprender la vida eran el suicidio, la religión (un suicidio, en sí) y la aprehensión de lo absurdo, “la vida es vivida mejor sin significado”.
Entonces podemos remarcar la necesidad masoquista del humano de menospreciar su actual realidad mediante la necesidad de un incierto porvenir exponencial, por así decirle al sueño etéreo de llegar a ser importante.
El humano es un ser interesante en todo aspecto, inherentemente dependiente a sus allegados e irresponsablemente dueño de su ambiente, llegando a causar una carga emocional significativa en el ser humano común y corriente.
¿Podemos?... ¿Debemos?... ¿Haremos?... ¿Y si?...
Una vez expuesto el ser “racional” a la mezcla socio-ambiental llamada realidad, podemos notar la defensa más grande con la que cuenta, la adaptación, así es, mediante la observación, la prueba y error, el moldeamiento de las reglas, este sujeto puede exteriorizar su normalidad para con los demás, llegando inclusive a diluirse con su ambiente, pareciendo completamente invisible.
Ahora bien, pasamos al factor más importante en este análisis, una vez aceptada nuestra existencia como un posible, ¿podemos aceptar la existencia externa?, ¿Qué hace a este otro ser igual que yo?, ¿Su respirar cuenta con un significado?, ¿Me es conveniente esto?
Siendo así, podríamos decir que la realidad, entonces, se divide en una infinidad de percepciones, un sin número de realidades que interconectan variables independientes. Cada ciclo, momento y consecuencia, interconectan una enmarañada red en la que se encuentra a la cabeza del desfile la experiencia colectiva.
En todo este circo fenomenológico tomamos la actitud tímida y limitada que se nos ofrece, realzando las virtudes ajenas e idolatrando las imposibilidades expuestas por los medios. Decidimos vendar nuestra realidad por tomar una más atractiva, reafirmando el cuestionamiento del porque estamos aquí, creyéndonos una importancia etérea a base del materialismo, causándonos una frustración mental y una enajenación espiritual. Decidimos llenar nuestro vacio interior a base de nimiedades materiales, todo esto para que al final de nuestros días podamos evitar el más grande de los sentimientos humanos, la soledad.
Y si al final de nuestros días no podemos evitar por ningún motivo la soledad, entonces… ¿para qué estamos aquí?
Afortunadamente, para que esto sea cierto, deberíamos tomar primero en cuenta que existe una realidad, lo cual es inmensamente absurdo e infantil, dado su naturaleza irracional y básicamente movida por el azar, donde básicamente no se encuentra un propósito establecido más que uno creado por la ilusión ajena… aunque siempre existe el tomar como una salida de emergencia, la filosofía y la locura etérea.
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on miércoles, 9 de septiembre de 2009
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Filosofiada
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