A veces solo nos queda el recuerdo.

Esa costumbre que nos limita a sencillamente ser de una forma que no somos, que nos hace llegar a la cama para luchar contra nuestros demonios internos, que nos hace esperar una llamada, un recuerdo

que nos incita a sentir cuando ya no nos quedan sentimientos por compartir.

A veces solo nos queda esperar, a que amanezca, a que anochezca, a cumplir la monotonía del vivir y en medio de esa añoranza, al mirar hacia la ventana o hacia la pared, saludamos a quien una vez fuimos, a aquella persona llena de sueños y cantos, a nosotros mismos con esa persona, en ese lugar que nadie conoce con aquella caricia que nadie supo

Nos perdemos poco a poco en la fugaz memoria del ayer, que la boca se nos seca sin poder mojarla con nada, sin que ninguna bebida nos sacie, perdemos el gusto a toda cama, a todo alimento, a compartir sin esa persona, nos encadenamos tanto al pasado que perdemos el hoy.

Tengo ganas de perderme, de irme, de no estar encerrado en la tendencia a disminuirme, de gritar sin ser escuchado, de correr sin llegar a ningún lado... solo estar sin estarlo, hacerme invisible por un rato, implotar en mi mismo...

Tengo ganas de alejarme, de dejar de existir, de ser olvidado, que mañana la vida siga sin mi, del llegar de las estaciones, de la composición de música, de todo lo que existe sin que yo lo cree.

A veces solo nos queda el recuerdo…

Te recuerdo… y me limito.

Pero solo por hoy, solo por hoy me voy a dejar perder, solo por hoy voy a dejar que la costumbre me agobie, porque no eres más que eso, un recuerdo, un ayer, yo soy el mañana de mi persona, mi alfa y mi omega, he aprendido de ti, y estoy dispuesto a dar el paso más grande de todos: aprender de mi.